Shin Ultraman
Título japonés: Shin Ultraman |
Año: 2022 |
Duración: 112 minutos |
Música: Shiro Sagisu |
Director: Shinji Higuchi |
Productor: Hideaki Anno, Kazutoshi Wadakura, Takehiko Aoki, Tomoya Nishino, Masaki Kawashima |
Guión: Hideaki Anno |
Intérpretes: Intérpretes: Takumi Saitoh, Masami Nagasawa, Hidetoshi Nishijima, Daiki Arioka, Akari Hayami, Tetsushi Tanaka, Ryo Iwamatsu, Kyusaku Shimada, Keishi Nagatsuka |
Monstruos: Gomess, Mammoth Flower, Peguila, Larugeus, Pagos, Neronga, Gabora, Mefilas |
Argumento: Debido a la contínua aparición de monstruos gigantes en Japón, el gobierno decide crear una organización para enfrentarse a ellos. Durante uno de estos ataques, aparece un gigante plateado que se derrota fácilmente a una de estas criaturas. ¿Es amigo o enemigo? |
Las películas basadas en la franquicia de Ultraman se han convertido en un producto bastante rutinario y repetitivo. Casi cada año durante la época veraniega, tras el recorrido de la nueva serie de televisión de turno, llega a los cines nipones un film que aprovecha los pocos elementos novedosos que ha aportado dicha serie a la mitología del personaje, y aprovecha el tirón con una obra de muy bajo esfuerzo creativo. Normalmente se trata de películas con una estructura muy reiterativa, que habitualmente tratan de trasladar la disposición de un episodio televisivo al formato cinematográfico de forma que desequilibra la duración de los actos, convirtiendo las clásicas batallas finales en interminables y aburridos espectáculos de luces y explosiones que embelesan a los más pequeños, pero que acaban con la paciencia del espectador medio. Una agradable excepción fue la interesante “Ultraman: The Next”, estrenada en 2004, que era una especie de “reboot” del orígen del personaje, adaptado a los tiempos contemporáneos y dirigido a una audiencia más adulta. Este singular cambio de tono, que también salpicó a la serie coetánea “Ultraman Nexus”, vino propiciado por un programa de Tsuburaya Productions bautizado como “Ultra N Project”, destinado a acercar la franquicia a un público más maduro. Por desgracia o por fortuna, las ambiciones de Tsuburaya con este proyecto se truncaron muy rápidamente debido al poco éxito conseguido, lo que provocó otro cambio de timón en la compañía y el regreso a las series y películas más tradicionales y redundantes.
“Shin Ultraman” es un nuevo intento por parte de Tsuburaya Productions de modificar el tono y apuntar al público de mayor edad, en teoría apelando a la nostalgia y a la audiencia que vio la serie en su niñez y ahora ya no conecta con la franquicia televisiva actual. Claramente azuzada por el éxito de “Shin Godzilla” en 2016, el proceso de creación que se inició en verano de 2017 se vio retrasado por la ya histórica llegada del virus Covid-19, que acabó extendiendo la pos-producción del film dos años más de lo planeado. Los dos cerebros que dieron cuerpo al proyecto fueron de nuevo el director Shinji Higuchi y el co-productor y guionista Hideaki Anno, que en este caso tuvo que limitar su participación debido a su trabajo en la película “Evangelion: 3.0+1.0 Thrice Upon a Time”. Según éste último, “nuestro objetivo es crear un mundo de Ultraman que no sea para los niños, sino para la generación que vio Ultraman en su momento y que ahora desean verlo de adultos”. Ignoro si el accidentado y extenso período de gestación llegó a afectar de alguna manera al producto final, pero viendo el resultado en su forma acabada, es difícil elucubrar exactamente a qué audiencias apunta la película.
El aspecto formal, casi todos los diseños e incluso la puesta en escena de gran parte del film parecen homenajear de forma continua la serie original de 1966, incluso muchas de las localizaciones imitan los lugares donde ésta tenía lugar. El propio diseño de Ultraman es una recuperación de uno de los primeros bosquejos de Toru Narita, respetando su estilizada figura y la ausencia de la “señal de alarma” del pecho. En este caso, su pérdida de energía se revela con un cambio de rojo a verde en la tonalidad de su cuerpo. Llevado a cabo por efectos digitales en este caso, el famoso súper-héroe prescinde de las clásicas e inevitables dobleces en el traje y mantiene una presencia bastante orgánica en pantalla, llegando incluso a ser en muchísimas secuencias una presencia magnética y hechizante de la que cuesta apartar la vista. El respeto por las ideas originales alcanza incluso a salpicar ciertas decisiones de diseño que no tienen explicación en la película, pero que un fan reconocerá de inmediato: la primera vez que vemos a Ultraman en el film podemos observar las extrañas arrugas en la máscara que poseía la primera versión del traje en 1966. En su segunda aparición estas imperfecciones han desaparecido. La postura de vuelo del personaje y su antinatural forma de aterrizar también se respetan en algunos momentos, de nuevo otro guiño al espectador tradicional que tiene toda esta idiosincrasia grabada en la mente.
Los monstruos clásicos que aparecen en la película, que son muchos y con una participación muy desigual, también conservan por lo general un aspecto muy acorde con su diseño original, en este caso magnificado con los efectos digitales que les dan vida. Quizá las excepciones más llamativas sean Gabora y especialmente Mefilas, que mantienen una forma general que recuerda a los clásicos, pero con ciertas diferencias que “modernizan” sus características, tal vez perdiendo algo de personalidad en el caso de Mefilas. Mi preferido es sin duda Neronga, en los espléndidos primeros momentos, una traslación sorprendentemente fiel de lo que originalmente era una modificación del traje de Baragon de “Frankenstein conquers the world”, aquí plasmado de forma magistral, con planos que parecen autenticas recreaciones de lo que vimos en la serie clásica. Los guiños al espectador más maduro incluso llegan a ciertos diálogos que no son sino directos mensajes a la audiencia, por ejemplo podemos escuchar al personaje de la bióloga Yumi haciendo referencia a que “Pagos, Neronga y Gabora se parecen, sólo les cambia la cabeza”. Por supuesto, los más avezados sabrán que esos tres monstruos de la serie de 1966 fueron creados usando el mismo traje de Baragon pero cambiando su cabeza, una económica solución que permitió que la producción se mantuviera a flote con unos costes aceptables.
Todo el espectro sonoro también está formado por la recuperación de sonidos clásicos inolvidables, desde los timbres del teléfono de la patrulla científica hasta el sonido de la transformación de Ultraman, es casi como volver a los años sesenta. Incluso la banda sonora musical es en la primera mitad del film una sucesión de temas compuestos por Kunio Miyauchi para la serie original, lo que acrecienta aun más la sensación de nostalgia que Higuchi y Anno parecen querer transmitir. El resto de la banda sonora es una aborrecible y olvidable selección de temas compuestos por Shiro Sagisu para “Shin Godzilla” y “Neon Genesis Evangelion”, pero que no se utilizaron en los productos finales: una tristísima demostración de desgana y desinterés, saturando la segunda mitad de la película con el insípido e intercambiable ruido musical de fondo al que tanto nos tiene acostumbrados el cine en la actualidad. Tal y como sucede con el espíritu de la película, a medida que pasan los minutos, se va desviando de sus orígenes. Y es que precisamente este es el gran problema de esta obra: cuando se quiere alejar de lo clásico, de la nostalgia, acaba fracasando estrepitosamente.
Si normalmente una película es una obra de tres actos con su inicio, su nudo y su resolución, “Shin Ultraman” se aleja de esta organización tradicional y presenta una curiosa amalgama de cinco actos, claramente inspirada en la separación por episodios de la serie clásica. Es como una fusión de cinco capítulos bastante diferenciados pero que mantienen un hilo común: en este caso la relación entre Kaminaga (el huésped humano de Ultraman) y sus compañeros y la importancia de mantener su identidad en secreto. Siempre he sido de la opinión que en la serie original de 1966 la idea de la identidad secreta de Hayata era una simple imitación del concepto Superman/Clark Kent sin ninguna trascendencia en la trama, con algunas simples excepciones para aumentar la tensión. Nunca pareció relevante pues Hayata era un personaje totalmente unidimensional y no parecía que ocultar su identidad sirviera a propósito alguno más allá del simple momento gracioso de turno. “Shin Ultraman” explora esta idea mucho más profundamente, y utiliza el episodio del alienígena Zarab para demostrar qué podría pasar si la identidad humana de Ultraman fuera revelada. La repercusión de dicha noticia resonará a lo largo del resto del film y será el núcleo sobre el que gira la relación del personaje de Kaminaga con Hiroko, la analista recién llegada que en cierta manera se podría considerar como la transposición del personaje de Akiko, si bien en esta ocasión con la caracterización de la que carecía originalmente. Son sin duda los dos personajes con más cuerpo de toda la película y los que llevan en gran parte la narrativa, aunque curiosamente el tiempo en pantalla de Kaminaga es relativamente corto y la inexpresiva interpretación del insípido Takumi Saito no ayuda precisamente a mantenerle en el recuerdo en sus períodos de ausencia. Por desgracia, Higuchi y Anno vuelven a sus andadas de “Shin Godzilla” y no pueden resistirse a inundar el film con centenares de personajes anodinos que en ciertos momentos sólo sirven para la breve crítica política de turno, si bien en este caso todo está más suavizado y resulta más soportable. Eso sí, todo el mundo habla muy deprisa y no hay ni un minuto para el descanso o la contemplación, a duras penas hay tiempo a leer los textos en pantalla, todo es apresurado y sin respiro.
De hecho, entre tanta precipitación, muchos detalles quedan oscuros o directamente sin explicación lógica: ¿Cómo es posible que, entre centenares de soldados, tenga que ir Kaminaga a salvar a un niño en medio del ataque de Neronga al inicio del film? ¿Quién graba la multitud de vídeos de Kaminaga transformándose en Ultraman en medio del bosque? ¿Exactamente por qué viene Ultraman a la Tierra?
La estructura episódica acaba por ser el talón de aquiles de la película, que va de más a menos de forma muy acentuada. Los tres primeros actos, los más fieles al estilo de la serie de 1966, están sorprendentemente bien construidos y son una más que aceptable recuperación de la peculiar atmósfera de la obra televisiva de Eiji Tsuburaya. Hay un espíritu aventurero de desenfadada jovialidad que recuerda a aquellas aventuras que todos mantenemos en el recuerdo. Por desgracia, en cuanto el film intenta alejarse de este estilo y contempla aportar nuevas ideas, todo se derrumba. Hay un terrible choque tonal que desconcierta por completo, en especial en los últimos veinte minutos, en los que todo deja de tener sentido. No hay explicaciones, gran parte de la resolución se apoya en “tecno-jerga” incomprensible y culmina en una resolución apagada y sin emoción que sólo produce destemple. Incluso me atrevería a decir que algunos de los aportes a las motivaciones de ciertos personajes me parecen una falta de respeto a las ideas mostradas en la serie original, lo que aun me deja más perplejo. ¿En serio esto es lo que pretendían Higuchi y Anno cuando decían que esta película es “para la generación que vio Ultraman en su momento y que ahora desean verlo de adultos”?
En lo referente a efectos visuales el resultado es bastante correcto en muchos momentos, siempre teniendo en cuenta los presupuestos con los que se trabaja en la industria japonesa: tal como sucedía en “Shin Godzilla”, en algunas escenas de destrucción es difícil a estas alturas separar los efectos generados por ordenador de las maquetas y la pirotecnia, incluso se podría decir que para esas secuencias el método tradicional ya ha sido superado. El problema aquí es que las criaturas gigantes que vemos en pantalla se mueven con rapidez, saltan, se enfrentan entre ellas… vamos, una dinámica muy alejada de la casi inmovilidad de “Shin Godzilla”, y por desgracia en demasiados momentos el resultado en pantalla delata claramente su orígen digital. Hay un aire de irrealidad en los movimientos, en el color, en la forma en que la luz ilumina los cuerpos de las bestias… es difícil de explicar, es como si algunas secuencias necesitaran “cocerse” más, como si estuviéramos viendo una cinemática provisional. Afortunadamente, los diseños tan cercanos a la obra clásica hacen perdonar en cierta manera los momentos más desafortunados. Quizá sea la humanoide figura plateada de Ultraman la que más delata su procedencia computerizada, con algunos movimientos un tanto antinaturales, y con ese aire de efecto inacabado que hace sucumbir a demasiadas secuencias. En cierta manera es triste que el mundo del cine japonés ya prácticamente haya prescindido de los efectos más tradicionales en este género y los haya relegado casi exclusivamente a la televisión. Obras como “Gamera 3: Revenge of Iris” demostraron que el “suitmation” podía llevarse a cabo de forma espectacular y dramáticamente realista, y en estos tiempos en los que podría fusionarse con ciertos efectos digitales que realzarían la técnica, el resultado podría ser magnífico. Ojalá algún día podamos volver a ver nuevas incursiones en el género usando técnicas más artesanas.
Casi igual que sucede con una serie de televisión, “Shin Ultraman” nos muestra varias facetas de un mismo universo, varias aventuras con los mismos personajes. Por desgracia, acaba trasladando el desequilibrio de calidad de una epopeya episódica y va perdiendo fuelle a medida que pasan los minutos, dejando un mal sabor de boca que habría podido endulzarse manteniendo el estilo con el que se inicia.
Por Rubén Ortiz (gamera77@hotmail.com) [22 de octubre de 2022]