12 febrero, 2025

Godzilla: La ciudad al filo de la batalla

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Título español: Godzilla: La ciudad al filo de la batalla

Título americano: Godzilla: City on the Edge of Battle (Godzilla: La ciudad al filo de la batalla)

Título japonés: Gojira: Kessen Kido Zoshoku Toshi (Godzilla: La ciudad al filo de la batalla)

Año: 2018

Duración: 100 minutos

Música: Takayuki Hattori

Director: Kobun Shizuno, Hiroyuki Seshita

Productor: Takashi Yoshizawa

Guión: Gen Urobuchi

Intérpretes: Lucien Dodge, Kana Hanazawa, Ken’yû Horiuchi, Yuki Kaji, Mamoru Miyano, Kenta Miyake, Kazuya Nakai, Ari Ozawa, Takahiro Sakurai, Tomokazo Sugita, Jun’ichi Suwabe, Reina Ueda

Monstruos: Godzilla

Argumento: Haruo y los refugiados retornados a la Tierra encuentran los restos de una civilización que utiliza el metal del extinto Mechagodzilla como arma. Siguiendo su rastro, el grupo descubre que dicho metal ha evolucionado y ha creado una ciudad siguiendo con su misión original: la destrucción de Godzilla.

Sigo sin acostumbrarme a recibir una película de Godzilla doblada al castellano en un estreno mundial simultáneo, supongo que me hago viejo y no soy capaz de concebir lo que en mi juventud parecía más que imposible. Pero aquí estoy, justo seis meses después de la llegada de Godzilla: El Planeta de los Monstruos, tratando de digerir su secuela Godzilla: La ciudad al filo de la batalla que ha llegado hace pocos días a la plataforma digital Netflix. No es una falta de calidad lo que me hace difícil absorber lo que he visto, sino su enorme densidad de conceptos, muchos de ellos interesantísimos, enterrados en una interminable sucesión de dialogos incomprensibles que la convierten un plato de complicado gusto. Afortunadamente pienso que aun con sus problemas, ha ascendido un poco el nivel respecto a su predecesora y se percibe una evolución en ciertos sentidos, lo que quizá culmine en un tercer acto aun mejor que convierta a esta trilogía en una saga valiosa e interesante.

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Es una extraña ironía que el título de la película sea un homenaje al que está considerado el mejor episodio de la historia de Star Trek: “The City on the Edge of Forever”. Y digo esto porque una de las mayores críticas que siempre se le achaca a la legendaria saga espacial creada por Gene Roddenberry en 1966 es su molesta costumbre de resolver muchas de sus tramas más enrevesadas usando lo que siempre se ha llamado la tecno-jerga; osea sacarse de la manga algún concepto tecnológico de nombre extraño que milagrosamente resuelve la situación sin que el espectador entienda prácticamente nada y sin que el guionista se estruje mucho el cerebro tratando de dilucidar una solución más realista al problema que ha creado. Pues curiosamente creo que este es el principal defecto de GLCAFDLB: hay una sobrecarga de diálogos tecnológicos y de bizarros conceptos técnicos que se usan de forma continua para explicar lo que está sucediendo, dejando al espectador prácticamente perdido ante un bombardeo de cosas que por supuesto no parecen tener sentido alguno y que sustituyen a una más que necesaria caracterización de personajes que rara vez llega. ¿Es necesario dar mil explicaciones técnicas con conceptos imaginarios? Si el espectador acepta el universo de ficción en el que se desarrolla la historia, repleto de alienígenas, naves espaciales, monstruos gigantes… ¿no sería mejor equilibrar un poco las conversaciones y confiar en que la audiencia es perfectamente capaz de aceptar la fantasía que ya se ha establecido sin tanto tecnicismo?

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Aunque es una continuación directa de su antecesora, sin ningún salto temporal entre ambas historias, se percibe un mejor ritmo y una trama que se desarrolla con un pulso más firme, manteniendo mucho mejor el interés del espectador, lo que contrarresta en cierta medida el mencionado lastre de los tecnicismos. El descubrimiento de la civilización humana Hontua y las gemelitas “guardianas del huevo” Miana y Maina está bien plasmado, es un buen punto de entrada para la trama y de paso sirve para encontrar varios homenajes a cine clásico (ese pueblo subterráneo clavado al visto en “The Mole People” o ese muro gigantesco que parece sacado de “King Kong”) y para insinuar la posible aparición futura de Mothra en la próxima entrega de esta trilogía. Takayuki Hattori aprovecha estos momentos para salir de su tónica musical habitual y nos regala algunas melodías de ambiente tribal que son un verdadero contrapunto al resto de la banda sonora, muy típica de su estilo y sin apenas nada destacable. Tampoco es que la falta de personalidad de los protagonistas y la casi nula aparición de Godzilla ayuden precisamente al compositor a poder desatarse y componer temas demasiado específicos y memorables.

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La introducción del Nanometal y la llegada a la ciudad Mechagodzilla dan el pistoletazo de salida al nudo de GLCAFDLB, que tal como ya sucedía en la primera parte, adolece de una terrible falta de caracterización en los personajes. Afortunadamente, en este caso el número de caracteres que participan activamente en la trama se ha reducido, lo que ayuda bastante a que resulten un poco más atractivos y diferenciados. Incluso se aprovecha uno de los momentos de descanso de la historia para apuntalar un tímido inicio de romance entre Haruo y Yuko, que evidentemente habría sido mucho más efectivo si se hubiera desarrollado con más tiempo. Si en la primera película fueron los alienígenas Exif los principales conductores de la historia, en este caso el testigo pasa a los Bilusaludos, que terminan siendo los catalizadores directos de uno de los mejores conceptos que plantea el film, en este caso rozando el desenlace de la trama: ¿hay que convertirse en un monstruo para poder matar a un monstruo? Haruo deberá hacerse esta pregunta en la que posiblemente sea la mejor escena de las dos primeras películas. Hay más ideas memorables que de nuevo no se permiten explorar como es debido: la diferenciación de Miana y Maina por su perpetua expresión, la recepción de mensajes de ¿dios? por parte de los Exif, la evolución autónoma de Mechagodzilla convirtiéndose en una ciudad cuyo objetivo es la destrucción del rey de los monstruos…

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Ya que hablamos de monstruos, el propio Godzilla apenas aparece en pantalla, incluso menos que en la anterior entrega. Y de nuevo nos encontramos una mole gigantesca pero sin personalidad, sin apenas vida siquiera, simplemente es una especie de montaña que se mueve (las gemelitas se refieren a él en cierto momento como “el monte ardiente”), y es una verdadera pena que uno de los iconos del cine mundial se desaproveche de esta forma. Sí, esta vez mide 300 metros, ¿y qué? Como si mide 3000, si no tenemos puntos de referencia el tamaño es totalmente irrelevante. Esperemos que al menos en la tercera parte podamos recuperar al rey de los monstruos en plena forma, porque hasta ahora cada una de sus apariciones ha sido una desilusión. También regresan aquella especie de olvidables murciélagos gigantes semejantes a Gyaos y se añade como novedad una especie de criatura terrestre formada por tentáculos que recuerdan bastante a Biollante. Ninguna de estas bestias tiene atractivo alguno y es lamentable que Toho haya pasado de crear algunos de los monstruos más recordados de la historia de la cultura popular a estos aborrecibles engendros.

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Con sus 100 minutos de duración, la historia de  GLCAFDLB respira con tiempo de sobras para encontrar su ritmo, y aunque los puntos donde cojea sigan siendo prácticamente los mismos que en su predecesora, la trama se sigue con más interés y es capaz de afianzar un poco más esta trilogía que, por el momento, va de menos a más. ¿Será el poder secreto del universo, revelado exclusivamente por Metphies a Haruo, el ingrediente necesario que destruirá a Godzilla y dará el cierre merecido a esta saga? ¿O quizá será un toque femenino aunque monstruoso el que equilibrará la balanza hacia la victoria o incluso hacia la grandeza? La respuesta, en unos pocos meses.

Rubén Ortiz (Redactado el 20 de Julio de 2018)